Aunque se desconoce exactamente porque se desarrolla, se considera como factores de riesgo los siguientes:
– Exposición excesiva a la luz del sol.
– Sexo masculino.
– Edad
– Realizar trabajos al aire libre.
– Exposición excesiva a condiciones ambientales irritantes como el polvo, la suciedad, el calor, el aire, la sequedad y el humo.
– Exposición excesiva a alérgenos como los solventes y químicos industriales.
La teoría más aceptada para que se produzca el crecimiento de tejido conjuntival sobre la córnea es que los factores anteriormente mencionados tienden a evitar una correcta humectación de la superficie anterior del ojo por parte de la película lagrimal, ocasionando sequedad primero e inflamación después, provocando la aparición de nuevo tejido que en ocasiones rompe el limite exterior de la cornea, penetrando en la misma.
Como este tejido produce una mayor elevación en esa zona, aumenta la dificultad de humectación, por lo que el problema se mantiene y agrava, provocando que el pterigion siga creciendo.
El primer síntoma es el estético, ya que la persona que lo padece nota que la cornea, el cristal del ojo, pierde el aspecto circular habitual en su zona nasal, observando la aparición de un tejido blancuzco, más o menos enrojecido, que mancha la imagen del iris, el color del ojo, que es lo que se observa a través de la cornea trasparente.
Cuando solo se observa un pequeño bulto de forma redondeada o triangular , de color blanco-amarillento en el sector conjuntival indicado, sin que aún haya invadido la cornea se le conoce como pinguécula:
Al producir cierto abultamiento puede producir sensación de contacto al parpadear como si fuera un cuerpo extraño, o arenilla en esa zona.
En otras ocasiones se puede inflamar lo que provocaría además, enrojecimiento de la zona afecta.